O estás conmigo o contra mí. Esa bien podría ser la mentalidad en los negocios de Mark Zuckerberg, fundador y líder de Facebook, la mayor corporación de servicios digitales del momento. Su inexhaurible dedicación hacia sus «hijos» ha derivado en un profundo recelo hacia la estrategia que mantienen sus directivos. En el último año, a razón de tensiones internas difíciles de solucionar, han salido las cabezas pensantes de dos de sus principales servicios, WhatsApp e Instagram. Los dos, por cierto, que más crecen de su catálogo.
De «Zuck» -como lo llaman sus allegados- son casi todo halagos. Una mente brillante y atenta. Un trabajador nato que no descuida ninguna decisión y que ha logrado adelantarse a su competencia en la gestación de su imperio. Pero, a su vez, y sin llegar a los extremos del otrora fundador de Apple Steve Jobs, se le asocia a comportamientos obsesivos. Tal vez es el precio de ser un genio antes de los treinta años. Porque lo fue gracias a una red social, Facebook, que ha roto todos los moldes.
A su «annus horribilis» a consecuencia de los problemas de la red social -injerencia extranjera, escándalo de la fuga de datos, crisis de las noticias falsas- se ha sumado una serie de episodios que va camino de empañar su legado. Zuckerberg, es cierto, los hizo millonarios -más bien, multimillonarios- al adquirir sus servicios, pero los creadores de Instagram y WhatsApp se han desvinculado totalmente de la compañía matriz.
Los analistas apuntan a …