Estos días tuvimos noticias de que había fallecido Raymond Smullyan a los 97 años. Este venerable filósofo, lógico, matemático y mago estadounidense popularizó entre otras cosas el conocimiento de la lógica a través de sus libros de acertijos y problemas divulgativos, en los que nunca faltaba un toque de humor. Enseñó entre otros sitios en Princeton y la Universidad de Nueva York y trabajó con Alonzo Church (el pionero de la computación) en la preparación de su doctorado.
¿Por qué debería preocuparme por la muerte? ¡No es algo que vaya a suceder mientras viva!– Raymond Smullyan
Como a tantas otras grandes figuras creo que muchos conocimos a Smullyan gracias a Martin Gardner, quien presentó muchos de sus problemas lógicos en su columna de Scientific American. Luego Ediciones Cátedra nos acercó con aquellos maravillosos libros de tapa naranja a sus volúmenes de lógica, con maravillas como ¿Cómo se llama este libro? (1978), ¿La dama o el tigre? (1982) o Alicia en el país de las adivinanzas (1982).
Eran libros de suave pero duro aprendizaje: con cada nuevo problema planteado daba otra vuelta de tuerca a las reglas y volvía a desafiar a la intuición, con fantásticos personajes que siempre mentían o siempre decían la verdad (caballeros y bribones, vampiros locos que entienden todo al revés y además siempre mienten, y complicaciones aún mayores). De ahí se podía seguir, página a página, a las paradojas lógicas y los teoremas o las curiosidades del infinito. Seguro que Spock hubiera lidiado sin problemas con …