Entre las industrias que han sido afectadas durante la pandemia – las construcciones paralizadas, tiendas de retail cerradas, turismo completamente suspendido – una se ha visto inamovible: el sector agropecuario y alimentos. Al contrario, según Alessandra Quiñonez, gerente general de la red de innovación científica agropecuaria de Perú Bioactiva, los países con alta biodiversidad han sido favorecidos por la crisis, por la mayor demanda de productos funcionales que sean beneficiosos para la salud y sean producidos de forma natural.
Según AgFunder research, desde 2013 hubo un salto de 370% en la inversión en startups de tecnología agraria, alcanzando US$ 4.700 millones en 2019 entre 695 tratos de startups con 940 accionistas únicos. Entre los verticales más demandado por los inversionistas se encuentran biotecnología en agro, sistemas de cultivo innovadores y softwares de administración agrícola, detección e IoT (internet de las cosas).
A diferencia de una solución digital o comercial, Quiñonez admite que un desarrollo de innovación científica, como en biotecnología, Agtech o Foodtech, es más lento y complejo. El desafío es buscar una solución que se adecúe a la situación específica de la situación específica de un suelo agrícola o una especie única del país, algo que no es universal como lo podría ser una solución, por ejemplo, bancario o de retail. Además, las regulaciones en el campo de la alimentación son rígidas y aún más si es para el consumo humano. Además, el proceso de desarrollo es más lento y costoso.
No obstante, la bióloga afirma que existen tecnologías alrededor …