La multinacional se encuentra en mitad de una operación de compra de una cadena de resorts de lujo en Canadá.
La evolución de Airbnb es cuanto menos curiosa. Empezó alquilando modestos sofás en casas de simpáticos propietarios dispuestos a mostrar los encantos de sus regiones a jóvenes, en su mayoría, que huían del turismo tradicional. Del sofá se pasó a las casas completas o semicompartidas a precios irrisorios comparadas con los hoteles; siempre y cuando estuviésemos dispuestos a prescindir del servicio de habitaciones. De ahí, por qué no, también había que controlar reservas de aviones actividades turísticas y cualquier cosa que pudiese entrar en la agenda de mochileros, jóvenes o gente que quería prescindir de la comodidad de un hotel en pro de un mejor precio.
Mientras todo esto ocurre, y en medio de la batalla con este o aquel Ayuntamiento por el cuestionamiento de su actividad, la subida de precios de la vivienda (gentrificación) y reducción de los alquileres para residentes, Airbnb ha vuelto a dar un cambio en la estrategia de su línea de negocio. El turismo a bajo precio está muy bien, ofrece muchas oportunidades a un mayor número de población, pero quieren aspirar a algo más. Algo más elevado quizá. A algo más caro.
Esta compra supondría la irrupción de Airbnb en un nuevo segmento de mercado dentro de su misión de controlar todos los sectores del turismo
La multinacional de alojamientos sin ninguno en propiedad está a punto de cerrar una importante compra en el sector del lujo. Luxury …