Me regalaron mi primer ordenador con nueve años. Y no era nada raro: la gente ya conocía aquellos aparatos, que más bien les parecían un televisor con teclado. Una máquina de escribir conectada a una pantalla, realmente. Ya sabéis, es el extraño efecto de convertir en familiar lo desconocido, cuando no terminamos de entender algo, o de ver sus posibilidades.
Aquella máquina era fantástica: iba más allá de lo que muchos pensaban que podían hacer, no era simplemente una forma de jugar a videojuegos como las insistentes consolas que ya se vendían en grandes almacenes como bocados de futuro - los ordenadores permitían desarrollar la imaginación y convertirse en herramientas de creación: nuestras propias aplicaciones y juegos, que más adelante se expandirían al mundo de la música y el vídeo. Sólo comenzábamos a ver las posibilidades.
La ambición de las creaciones está dando lugar a dispositivos que no existían en esta forma hace diez años
Ahora, estamos en el otro extremo de aquel punto equidistante y excéntrico. Cuando la informática nos descubrió los ordenadores, sólo eran máquinas con potencial, fríos objetos que se forzaban y se retorcían al límite para dar como resultado la creación de alguna mente que pensaba diferente. Hoy, las creaciones y los creadores son los que mandan, quienes mueven el mundo - tanto que están dando lugar no sólo a productos de la imaginación, sino a nuevas herramientas que a su vez proponen nuevos retos. Hoy analizaremos un iPad Pro creado por creadores, diseñado para imaginar …