A finales de los años 80 y durante toda la década de los 90, Apple vivió una de las etapas más intensas y caóticas de su historia. Muy lejos de la imagen de empresa sólida e innovadora que tenemos hoy, la Apple de entonces era un hervidero de ideas, pero también de dudas. Fue la época en la que Steve Jobs estuvo fuera de la compañía (1985-1997) y los directivos, temerosos de quedarse atrás, buscaban desesperadamente cómo mantener la identidad que había hecho únicos a los Mac.
El éxito inicial del Macintosh se había ido diluyendo mientras Microsoft y Windows ganaban terreno a pasos agigantados. Para muchos dentro de Apple, la mayor pesadilla era acabar siendo "otro Windows más", perdiendo la esencia que los diferenciaba. Así, Apple decidió jugárselo todo reinventando por completo su sistema operativo. Y no fue una, sino dos veces. Primero con Pink, un proyecto tan secreto y avanzado que parecía de ciencia ficción. Y después con Copland, la respuesta directa a la amenaza de Windows 95 y la promesa de devolver a Apple al centro de la innovación.
Pink: el primer gran salto (y tropiezo)
En 1988, el Mac OS original ya mostraba sus límites. No tenía multitarea real ni protección de memoria, y los ingenieros estaban cansados de parches sobre parches. Un grupo conocido como la "Gang of Five" planteó un ultimátum: o les dejaban crear un nuevo sistema operativo desde cero, o se marchaban. Así nació Pink, el proyecto secreto que muchos en Apple …