Bibliotecas: Una historia frágil. Por Andrew Pettegree y Arthur Der Weduwen. Traducción de Enrique Maldonado Roldán. Capitán Swing Libros (6 de mayo de 2024). 716 páginas.
Quienes atesoramos una colección de libros en casa –y cada vez más en los discos duros de nuestros ordenadores y similares– tenemos más o menos claro, o deberíamos tenerlo, que probablemente no le vaya a interesar mucho a nadie cuando ya no estemos.
Pero eso no es nada nuevo; lleva pasando toda la historia y a todas las escalas, no sólo con bibliotecas personales, que hace unos cientos de años sólo las personas más pudientes podían reunir. Como dicen los autores del libro:
Ninguna sociedad se ha mostrado nunca satisfecha con las colecciones heredadas de las generaciones anteriores. Lo que con frecuencia veremos en este libro no es tanto la aparente destrucción gratuita de hermosos artefactos, tan lamentada en anteriores estudios de la historia de las bibliotecas, sino abandono y desprecio, ya que los libros y las colecciones que representan los valores e intereses de una generación a menudo no interpelan a la siguiente.
De hecho durante mucho tiempo el concepto actual de las bibliotecas públicas no existió; eran más bien en los que los gobernantes de turno o las personas de alta clase hacían una demostración de su poderío económico frente a sus pares. Y el acceso a ellas estaba muy restringido en función de quien fueras y a qué clase social pertenecieras.
Pero la invención de la imprenta por parte de Gutenberg …