«Sin anuncios, sin juegos, sin trucos». Este era el mantra que Jan Koum ha defendido hasta la fecha en WhatsApp. Mucho ha llovido desde entonces. La aplicación de mensajería forma parte del entramado Facebook y, desde la semana pasada, ya no forma ni siquiera parte de la empresa que fundó en 2009. Sin él como parapeto y tampoco sin la ayuda de Brian Acton, cofundador, el futuro del servicio puede romper con un principio en el que se había sostenido hasta entonces, la ausencia de publicidad.
No hay excusas que valga. El principal valedor de esta estrategia, Jan Koum, ha salido por patas de la compañía después de haberse convertido en multimillonario y, sobre todo, escocido después de discrepar con Mark Zuckerberg, dueño y consejero delegado de Facebook, acerca de su política de seguridad. Su idea de mantener la aplicación siempre gratuita había girado como una centrifugadora. Pero poco a poco, y tras el escándalo de la filtración masiva de datos, hay una tendencia que empieza a cobrar forma; la de cobrar por acceder a estos servicios como medida de protección.
Una decisión, la de cobrar por acceder a algo que hasta ahora era gratuito, que chocaría, sin embargo, con la estrategia de WhatsApp en todos estos años. Y la razón por la que en principio se creó la aplicación de chat se transformaría en algo distinto y más codicioso, la llegada de inserciones publicitarias. Poco a poco se ha abierto esa puerta. WhatsApp Business, por ejemplo, se ha …