Fue en el año de 1795 cuando el Virrey Manuel de la Grua Talamanca encomendó una escultura en honor al rey Carlos IV al artista y arquitecto Manuel Tolsá: una maravillosa estatua de bronce representando un caballo al paso cuyo jinete es el rey Carlos IV coronado con laureles, con un peso de dos mil trescientos kilogramos recubierta de un barniz aceitunado, que tras catorce meses de pulido y cincelado fue finalmente colocada en el Zócalo de la Ciudad de México en 1803.
Pero la historia de El Caballito, como hoy le conocemos, no termina allí. En 1824 fue trasladada al patio central de la Pontificia y Nacional Universidad de México, para en 1852 ser trasladada al cruce de Paseo de la Reforma y Paseo de Bucareli y más tarde, en 1979 colocarse finalmente en la Plaza Manuel Tolsá del Museo Nacional de Arte.
Lamentablemente en un acto bien intencionado pero mal ejecutado, el Gobierno del Distrito Federal autorizó su restauración en mayo de 2013 por una empresa que prescindió del Instituto Nacional de Antropología e Historia para realizar la tarea, aplicando un método de limpieza agresivo que provocó un daño irreversible en la pátina que protegía su superficie y una alteración en la cantidad de metal de la aleación del bronce que puso en riesgo la estabilidad de la escultura.
Para restaurarlo, el Fideicomiso del Centro Histórico se dio a la tarea de realizar un diagnóstico de sus daños, entre los …