En el colegio aprendimos que los primeros seres humanos cazaban o recolectaban en grupos. A medida que fueron profesionalizándose, cada grupo contaba con sus propios y exclusivos bienes, de manera que para conseguir los de otro grupo se hacía necesario un trueque o intercambio, el primer medio de pago.
Pero, ¿cómo valorar de forma equivalente los diferentes bienes para, por ejemplo, saber cuántas piezas de fruta hay que dar a cambio de una piel curtida? De ahí surge la necesidad de utilizar un bien muy valorado por todos que sirva de referencia.
Las civilizaciones han contado con valores de referencia (desde el 3000 aC), como las joyas, el oro o la sal para así adquirir bienes. Es conocido, por ejemplo, que en la Antigua Roma se pagaba a los soldados en bolsas de sal, muy preciada como conservante natural, y que da origen a la palabra salario.
La moneda como medio de pago
Aproximadamente en el siglo VII aC el valor de referencia deja de ser un mineral o un bien preciado y se decide acuñar monedas. Así pues, ya no dependemos de un elemento que podemos encontrar en la naturaleza, aunque en pequeñas cantidades, sino de algo creado específicamente como medio de pago para facilitar el intercambio.
De las monedas damos un gran salto con el papel moneda (el billete de toda la vida). Los primeros se crearon en China aproximadamente del siglo VII dC y surgieron ante la falta de cobre para crear monedas. En Europa llegarán en el siglo XVII gracias …