Y entonces, hace unos 350 millones de años, apareció la lignina y cambió la historia. Las plantas que habían crecido de forma brutal gracias a la celulosa, pero se estaban viendo acosadas por numerosas bacterias, protozoos y hongos. Las primeras estructuras leñosas acabaron con esa guerra: no solo eran más duras, más rígidas y más versátiles que la mera celulosa, eran inexpugnables.
Fundamentalmente porque estaban basadas en fenol y, a efectos prácticos, eso significaba que la "única forma" de extraer su poder energético era quemándolas. No había en la faz de la Tierra ningún microrganismo capaz de degradar la madera y, como consecuencia, las plantas leñosas fueron conquistando cada centímetro de tierra fértil.
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Aquella vez en que los hongos salvaron el mundo
Sin "depredadores" naturales, la madera era la reina. Nunca se ha fijado carbono como se fijó en aquella época y eso se volvió un problema: los niveles de CO2 en la atmósfera bajaron hasta límites nunca vistos. Con ello, bajaron las temperaturas globales, se estranguló la biodiversidad y el mundo se sumergió en una hibernación que duró 40 millones de años.
Los que tardó un pequeño hongo llamado Agaricomycetes en aprender que, en lugar de intentar digerir la lignina, lo mejor era "bombardear la madera con oxígeno" utilizando ciertas enzimas hasta que liberara toda la celulosa que tenía dentro. En las últimas décadas hemos tenido una nueva 'lignina', los plásticos, y …