El último ejemplar de tortuga gigante de la isla de Pinta en Galápagos murió en 2012 con más de 100 años. El análisis de su genoma, coliderado por Carlos López-Otín, de la Universidad de Oviedo, revela que este reptil conservaba variantes genéticas relacionadas con la reparación del ADN, la respuesta inmunitaria y la supresión del cáncer.
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