Un anillo, una ceremonia y unos valores asociados a una profesión.
Comienzos de siglo XX, época de la conocida como “Segunda Revolución Industrial”. En la zona del Quebec (Canadá), se construía un famoso puente conocido como el Pont de Québec. Un puente de un kilómetro de largo, 29 metros de ancho y 104 metros de alto que cruzaba de lado a lado el río St. Lawrence. Una obra de ingeniería increíble.
Esa obra de ingeniería que conectaba ambos lados del río St. Lawrence y que demostraba el auge industrial de la época, acabó dos veces en escombros. La primera vez, el 29 de agosto de 1907; la segunda, el 11 de septiembre de 1916. En ninguno de los dos casos llegó a completarse su construcción, pero eso no impidió que casi un centenar de trabajadores murieran como consecuencia de ello. ¿Las razones? Aparentemente fallos en el diseño realizado por los ingenieros involucrados en el proyecto.
Creador del primer Ritual de compromiso de un ingeniero.
Ambas catástrofes calaron profundamente en el sector, sembrando dudas de todo tipo. Ante esta situación, H. E. T. Haultain, de la Universidad de Toronto, insistió a los miembros pertenecientes al Instituto de Ingeniería de Canadá en crear unos estándares éticos para todo el colectivo ingenieril, así como una ceremonia para todos los ingenieros que conseguían graduarse y que, por consiguiente, comenzarían a ejercer dicha profesión. El objetivo del ritual era simple: hacer que los nuevos miembros del colectivo sean conscientes del significado de ser ingeniero, de los principios éticos que …