El estreno de la primera entrega de John Wick cambió la forma en que veíamos el cine de acción. Hasta ese momento, estábamos más acostumbrados a historias de venganza o rescate con unos héroes muy convencionales. Sin embargo, la aparición de este asesino, con un código moral único y un trasfondo casi mitológico, nos presentó un universo de reglas especiales que convivía con la realidad sin mezclarse con ella. De hecho, la película es una historia de venganza, sí, pero hasta en esto es peculiar. De repente, los personajes secundarios dejaron de ser meras comparsas y se convirtieron en piezas clave de una sociedad secreta, con su propia jerarquía y rituales. Y, por supuesto, la forma de rodar la acción, con coreografías cercanas al cine asiático y un estilo visual que quita el hipo, también marcó un antes y un después dentro del género.En los últimos años, el éxito de esta fórmula ha inspirado a directores y guionistas de todo el mundo a acercarse al género de acción con propuestas tanto o más creativas como la película abanderada por Keanu Reeves. Entre ellas, ha destacado una película de Finlandia que juega con las mismas ideas: un protagonista muy letal en situaciones límite, un ritmo de infarto y una atmósfera donde cada detalle refuerza un tono crudo y directo. Aunque no tuvo la repercusión masiva de otras producciones, en buena medida porque es una obra que viene de la periferia filmográfica al venir de un país remoto, lo cierto es que …