Tras años incumpliendo plazos y presupuestos en 2011 la NASA fijó un plazo de lanzamiento y un presupuesto para el telescopio espacial James Webb (JWST) que esperaban que fueran definitivos: octubre de 2018 y 8.000 millones de dólares.
Y todo parecía ir de acuerdo con el nuevo plan hasta que a finales de 2016 las cosas empezaron a complicarse de nuevo. Primero hubo que detener una prueba de vibraciones a principios de diciembre porque dio resultados distintos a los esperados, y aunque la prueba en sí no dañó nada los ingenieros del proyecto necesitaron tiempo para investigar qué había pasado. Luego, ya en febrero de 2017, durante una prueba de despliegue del parasol un error por parte del personal de Northrop Grumman provocó unas rajas en éste, además de que uno de los mecanismos de despliegue se quedó atascado. Las dos cosas tiene solución pero también requieren tiempo. Y en mayo se descubrió que 8 de los 16 propulsores del telescopio tenían fugas porque alguien había usado un disolvente equivocado al limpiarlos, con lo que hubo que desmontarlos, mandarlos de nuevo al fabricante, y ver cómo se volvían a colocar en su sitio sin cargarse nada, lo que supuso más retrasos no previstos.
Así que en septiembre de 2017 la NASA empezó a tener muy claro que no iban a poder cumplir con la fecha de lanzamiento de octubre de 2018, por lo que reservaron con la Agencia Espacial Europea, que pone el Ariane 5 ECA que va a lanzar …