Cuando inició Facebook probablemente ni su creador, Mark Zuckerberg, pudo haberse dado cuenta de las implicaciones de este sitio. De ser un lugar para que la gente se comunicara, se contactaran unos con otros y que se discutieran toda clase de eventos y situaciones, Facebook se convirtió en un sitio en donde todos son jueces y dictaminan, sin el menor asomo de duda, quién tiene la verdad y quién no; quién es el bueno y quién el malo y además, es capaz de crear una espiral de violencia mediática contra lo que en opinión genérica de las redes sociales, “está mal”.
Es evidente que Internet es un invento maravilloso que ha acercado como nunca antes la información a las personas, pero también es un lugar donde se pueden cometer un sinnúmero de abusos. Con esta idea de que todos tenemos los mismos derechos para publicar lo que pensamos, tenemos ahora que discernir qué opiniones nos parecen certeras y cuáles no.
Y el problema es que en lugar de que en Internet, particularmente en las redes sociales, se discutan tópicos de manera informada, nos estamos acostumbrando a toda clase de opiniones sin ningún viso de verdad, con una avalancha de “fake news”, cuyo propósito es contaminar toda discusión y pervertir las opiniones ante supuestos hechos que resultan falsos la mayoría de las veces.
El resultado es espantoso: en lugar de tener comunidades informadas, tenemos comunidades divididas por noticias falsas, por posturas intransigentes y por un pseudo anonimato que permite toda clase de bajezas.
Twitter añadió …