El puerto universal que no lo es tanto. O sí. USB-C es un puerto que soporta tantos protocolos y potencias que ya se dan problemas cotidianos que irán a más cuando se popularice.
Las viejas frustraciones se van, pero llegan otras nuevas. Es una constante en la historia de la tecnología, en la que eso sí, se sigue una línea de evolución que siempre, o casi siempre, es hacia adelante. Los usuarios del conector USB tradicional (USB-A), microUSB, HDMI y muchos otros puertos tienen algo en común, y es que con todos ellos se han topado con la incomodidad de insertar el cable al revés, o al menos creer que así estaba, para luego acabar poniéndolo como al principio.
La promesa de USB-C como conector era eliminar esa frustración ofreciendo una forma simétrica y, por tanto, reversibilidad. Fin al drama de "aporrear" los puertos, y a segundos acumulados a lo largo de los años por no poder conectar cables sin mirar. Y la USB-IF, encargada del estándar USB, cumplió.
Sin embargo, fuera de esta gran ventaja, se ha incluido una gran desventaja para el usuario medio, ahora que los periféricos no están popularizados, y que sin duda crecerá en el momento en que sí se haya expandido desde las tiendas especializadas a cualquier bazar de barrio. Y el problema es que, como ya se comentó, USB-C es un conector, no un protocolo. Esto a la vez es su mejor ventaja, ya permite que los ordenadores, smartphones y tablets unifiquen no sólo sus puertos …