«Papá, si no lo ven, ¿cómo saben que está ahí?» fue la inocente pregunta de Laura, la hija de Antonio, que le embarcó en la aventura de escribir El ojo desnudo, el libro que es necesario para dar respuesta cumplida a la pregunta.
Y es que las preguntas de los niños suelen tener su miga, ya que responder a cosas como qué es un color, qué ve cada uno de nosotros cuando observa el mundo, y cómo lo que vemos se transforma en lo que nuestro cerebro percibe dista mucho de tener una respuesta sencilla.
El primer paso de esta historia parte de los sótanos del Museo de Ciencia e Industria de Manchester, donde se conservan los restos de los ojos de John Dalton, la primera persona de la historia de la que tenemos constancia de que se dio cuenta de que no veía como el resto de las personas y que acometió el estudio de esta peculiaridad desde el punto de vista científico. Tanto como para pedir que a su muerte abrieran sus ojos a ver si había algo en su interior que pudiera afectar a su percepción del color.
De Dalton el camino de Antonio nos lleva a los griegos y a un recorrido por la historia de cómo aprendimos como vemos, incluyendo el sorprendente descubrimiento de que, según las leyes de la óptica, las imágenes que se forman en el interior de nuestros ojos están patas arriba y que es nuestro cerebro el que, de algún modo, …