Bombilla (Chile), carrizo (Panamá), paja, sorbete (España), pajita (Argentina), pajilla, pitillo (Colombia, Cuba, Venezuela), popote (México). No importa cómo lo llamemos, son un gran problema para el medio ambiente. El pequeño y práctico invento es el responsable de dañar la vida silvestre, especialmente las aves y las tortugas marinas, generar más de 20 millones de toneladas de plástico al año que terminan en los océanos y tardar más de 100 años en degradarse.
Por estas razones, a través del tiempo se ha recomendado evitar el uso de popotes de plástico y optar por alternativas más "verdes", como los popotes de papel, bambú, metal o vidrio. Sin embargo, un estudio de la Universidad de Amberes publicado en la revista Food Additives and Contaminants revela que los popotes de papel no son tan inocuos como creíamos. Son tóxicos para el ser humano y el medio ambiente.
Los popotes son el objeto perfecto para cargar con toda la "culpa" del excesivo consumo de plástico de la humanidad. Son poco útiles, no se reciclan, duran muy poco y simbolizan todo lo que está mal con nuestra relación con el plástico.
¿Cuál sería la solución? Prohibirlos y hacerlos con otros materiales. El más usado es el papel. Es barato de producir y, en principio, sostenible, ya que se recicla fácilmente. Cadenas como Starbucks y McDonald’s ya ofrecen popotes de cartón, aliviando un poco la conciencia medioambiental.
Los popotes de papel eran demasiado blandos, tenían un sabor diferente, …