Un análisis más detallado de los huesos de dos ejemplares ha permitido comprobar que en realidad se trata de T.rex juveniles.
Solemos imaginar al Tyrannosaurus como una bestia enorme, de grandes fauces y garras fuertes y afiladas, capaces de acabar con sus víctimas de un solo pisotón. Es una concepción fácil de obtener en vista del tamaño de algunos de los huesos conservados de T.rex. Sin embargo, no todos los tiranosaurios eran tan temibles.
Fue la conclusión a la que llegó en 1988 un equipo de paleontólogos del Museo de Historia Natural de Cleveland, al analizar los huesos de un ejemplar de tamaño reducido, hallados en 1942. Decidieron que en realidad no se trataba de un individuo joven, sino de una especie diferente, a la que bautizaron como Nanotyrannus. Fue necesario esperar hasta 2001 para que se encontraran fósiles de otro ejemplar similar, esta vez un esqueleto casi completo, perteneciente a una criatura poco más grande que un caballo de tiro, a la que apodaron como Jane. A pesar de las claras coincidencias entre los restos de ambos, en esta ocasión se concluyó que se trataba de un ejemplar joven de T.rex. O no eran tan similares como parecía o alguno de los dos equipos se equivocaba. ¿Pero cuál? Para dar respuesta a esta cuestión, un grupo de científicos de la Universidad Estatal de Oklahoma ha realizado un nuevo análisis de los huesos, dando lugar a un estudio, que se acaba de publicar en Science Advances, apuntando a que en realidad los …