Durante la semana pasada, la costa este de Estados Unidos sufrió una de las mayores afectaciones de origen digital conocidas hasta ahora, aunque sus consecuencias no estuvieron precisamente limitadas a este ámbito.
Producto de un ciberataque, el mayor oleoducto de Estados Unidos, que transporta casi la mitad del combustible que se consume en la zona este del país, se mantuvo inoperativo durante varios días.
Este ataque a la propiedad de la empresa Colonial Pipeline, atribuido a la red criminal DarkSide, se ha convertido en uno de los secuestros digitales más perjudiciales de los que se tiene constancia: reducción en la disponibilidad de combustible a corto plazo, subida de precios y obligar a las refinerías a reducir la producción por imposibilidad de enviar el gas, se cuentan entre los primeros efectos.
Aunque este tipo de acciones a infraestructuras críticas de un país o ciudad, pueda sugerir motivaciones políticas o simbólicas relevantes, según un comunicado emitido por el mismo grupo perpetrador (que se cree está basado en Rusia o Europa del Este), su “objetivo es ganar dinero, y no crear problemas a la sociedad".
El episodio puso al descubierto la vulnerabilidad de las infraestructuras energéticas ante los piratas informáticos. Según reporta Reuters, los parlamentarios estadounidenses respondieron con llamamientos a una mayor protección de las infraestructuras energéticas críticas.
Un portavoz del Secretario General de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, dijo que el ataque demostraba que los Estados miembros de la ONU debían combatir la ciberdelincuencia para evitar un "impacto devastador en el mundo en el que todos …