Los teléfonos móviles inteligentes han avanzado mucho en rendimiento en los últimos años. Más de lo que uno pudiera pensar tan solo echando un vistazo a las fichas técnicas. La unión entre hardware y software han permitido recorrer una distancia entre los primeros modelos hasta la actualidad para convertirse en útiles herramientas para el trabajo. Quien más quien menos mira el correo del curro o adelanta proyectos. Hay procesos productivos que los «smartphones» están sustituyendo a los propios ordenadores de sobremesa, cuyas ventas se han congelado en cada trimestre. El próximo objetivo de la industria de la tecnología es eliminar una fase.
Es una visión (¿real o futurista?) que concibe Samsung. Su último modelo presentado, el Galaxy S8, inaugura un sistema llamado DeX -acortación de Desktop Experience- que permite conectar el móvil a un monitor, teclado y ratón a través de un «dock» especial. Suficiente para transferir información a una pantalla de mayor tamaño y, en efecto, realizar algunas tareas específicas. Todas, eso sí, sobre Android pero plasmado en un formato de escritorio. Es decir, uno coge el ratón y un puntero para ir señalando, abriendo y ejecutando diferentes aplicaciones. La base, que también actúa como cargador del móvil, es capaz de reproducir imágenes en calidad 4K, conexión ethernet, alberga dos puertos USB y un puert HDMI.
Porque seamos claros: lo que llevas en el bolsillo o en el bolso de mano es, básicamente, un ordenador. Un mini pero ordenador en líneas generales. Así de sencillo. Ese pequeño aparato …