Ahora Uber, sí que sí, debe jugar con las reglas impuestas por el sector del taxi.
Era 2015. La fecha clave en la que el futuro de Uber en España sufrió un giro de 180º; Elite Taxi emitía una demanda contra la actividad de UberPop en Barcelona. Poco después, y ante la decisión preliminar de las instancias legales, la actividad de la polémica compañía de transporte norteamericana cesaba en el país. De esta forma, los taxistas ganaban una primera batalla de una guerra que, a día de hoy, ya se empieza a hacer demasiado larga. Y lo peor de todo, que no tiene tintes de terminar.
Una vez fuera del negocio, los taxistas de medio país sólo tendrían que enfrentarse a Cabify: un único competidor pugnando por un número de licencias VTC bastante reducido -la tecnológica española se había encuadrado en este sistema desde su fundación en 2011-. Sin embargo, Uber no quiso alejarse de España. El 29 de marzo volvía a estrenarse con un modelo de negocio similar al que venía realizando Cabify. El universo de las tarifas y servicios adicionales iría bailando hasta la actualidad. En cualquier caso, la clave estaba en la idea de seguir el sistema de licencias VTC y ajustarse a la normativa vigente aprobada en en el decreto ROTT 1057/2015.Y aquí llegaron los grandes problemas. Si Uber y Cabify pugnan por un número de licencias muy inferior a las de los taxis, la teoría dice que una por cada treinta, el modelo de negocio alcanzará …