Hace un año, Elon Musk atravesaba las puertas de las oficinas de Twitter , ubicadas en el viejo corazón financiero de la ciudad estadounidense de San Francisco, con una sonrisa de oreja a oreja y un gran lavabo entre las manos, casi avisando de la enorme limpia que pretendía realizar en la compañía. Era 28 de octubre. El sol brillaba en la urbe californiana, y el magnate llevaba solo unas pocas horas siendo el propietario total de su patio de juegos favorito: la red social del pájaro azul. Estaba contento. El día anterior había conseguido ahorrarse unos cuantos cientos de millones apretando el acelerador y cerrando la compra 24 horas antes de lo esperado. Una minucia para el hombre más... Ver Más