En 1924, un piloto inglés llamado Ernest Eldridge decidió llevar su pasión por la velocidad al extremo. Con la audaz idea de montar un motor de avión en un Fiat, creó el Fiat SB4 Corsa, un vehículo que desafiaría las normas de la época y alcanzaría la asombrosa velocidad de 234 kilómetros por hora.
Este coche, apodado “Mefistofele”, no solo se convirtió en un ícono de la ingeniería automotriz, sino que también dejó una huella imborrable en la historia del automovilismo.
El origen de una leyenda
El Fiat SB4, que se puede visitar en el Centro Storico de Fiat en Turín, Italia, es un testimonio del ingenio humano y la búsqueda de la velocidad. Desde su recuperación en 1970, ha atraído la atención de entusiastas de todo el mundo. Eldridge, un piloto con experiencia en la Primera Guerra Mundial, se adentró en el mundo de las carreras de coches con un solo objetivo: ser el más rápido.
El nombre “Mefistofele” hace referencia a un demonio de la mitología germana, y el apodo encierra la esencia del vehículo: una máquina que prometía velocidad y peligro, lo que recordó a Eldridge que la tentación siempre viene con riesgos. Sin embargo, esto no detuvo a este audaz piloto, quien decidió empotrar un poderoso motor de avión Fiat en el chasis de su automóvil.
Logo del Fiat Mefistofele.
La ingeniería detrás de la bestia
El motor de seis …