No resulta nada complicado encontrar en redes sociales fotografías o vídeos tomados desde una ventana, un balcón, una terraza... más si cabe en estos días de confinamiento voluntario u obligatorio en tantas partes del mundo.
Puede ser una forma de apoyar una causa, retratar la excepcionalidad, capturar lo que hace unos días apenas imaginábamos, pero también puede provocar una circunstancia inesperada para muchos: una importante pérdida de privacidad. En una simple foto, en un simple vídeo, podemos mostrar mucha más información de la deseada. Datos que pueden comprometer nuestra intimidad.
En una simple foto, en un simple vídeo, podemos mostrar mucha más información de la deseada
Mucho más que una calle cualquiera
Del mismo modo que publicar una foto de nuestra maleta preparada para las vacaciones puede revelar que nuestro hogar se va a quedar vacío o un vídeo de nuestro puesto de trabajo es capaz de descubrir cómo es nuestra oficina, tomar una foto o un vídeo desde nuestro hogar puede descubrir nuestra dirección.
Es lo que se suele llamar una pérdida de privacidad inducida. Es decir, una merma en nuestra intimidad producida por la explotación que terceros hacen de información que nosotros mismos hemos proporcionado.
Basta que un malo —o sencillamente un curioso— tome nuestra fotografía o tu vídeo y empiece a indagar. En primer lugar, simplemente consultando nuestro perfil en una red social. Con ello podría saber directamente en qué ciudad vivimos, si lo indicamos abiertamente, o tratar de adivinarlo, por ejemplo viendo nuestras publicaciones …