Jaime Gómez-Obregón es un 'hacker de la Administración Pública' que afirma que su deporte favorito es practicarle un "electroshock" metafórico "a quienes hacen los servicios públicos digitales desde el Estado, para tratar de brindarles ideas nuevas e inspirarles otras formas de hacer las cosas".

Ya os hemos hablado antes de sus troleos, de sus denuncias constructivas y de sus propuestas de mejora. Pues bien, según él mismo cuenta, hace unas semanas se dio cuenta de una cosa en una gala de premios en la que coincidió con abogados, notarios, jueces y fiscales:

"El Boletín Oficial del Estado (BOE) es la piedra angular de la arquitectura administrativa del país. Todos los días decenas o cientos de miles de personas acuden al BOE. Pero el BOE es un ladrillo".

Un ladrillo muy poco legible. Y no por el contenido, sino por su tipografía. La Arimo, el tipo de letra que usa el BOE, es una tipografía sin serifa: "Estas fuentes tienen buena legibilidad en pantalla, pero no son ideales para obras en papel". Y los PDFs del BOE están pensados para leerse en papel (para la pantalla ya existe la versión HTML).

Su texto continúa analizando otra serie de problemas de la plantilla del PDF del BOE: los márgenes simétricos (que no tienen en cuenta la encuadernación), las líneas de texto demasiado largas (que cansan el ojo, razón por la que muchos textos se imprimen a dos columnas), etcétera.

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