Los picos de las aves se presentan en múltiples formas y tamaños. Algunos son delgados y finos, como los de los colibríes; otros, en cambio, son filosos y robustos, como en las águilas. Aunque durante mucho tiempo se pensó que estas formas eran simplemente resultado del azar evolutivo, una reciente investigación ha revelado que existe una regla matemática que podría explicar su desarrollo.
De acuerdo con un estudio publicado en la revista iScience, esta regla no solo se aplica a la mayoría de las aves actuales, sino que también puede usarse para describir la forma de los picos de algunos dinosaurios. Para quien no lo sepa, estos animales prehistóricos son considerados los ancestros de las aves.
La investigación sugiere que, al estudiar los picos con base en esta fórmula, es posible comprender mejor cómo evolucionaron los rostros tanto de las aves como de otros dinosaurios a lo largo de 200 millones de años. Incluso permite identificar casos en los que estas reglas biológicas se ignoran por adaptaciones evolutivas particulares.
Un modelo para estructuras puntiagudas
El estudio plantea que esta fórmula matemática puede aplicarse a una gran variedad de estructuras puntiagudas: dientes, cuernos, pezuñas, caparazones y, por supuesto, picos. A esta relación se le conoce como “cascada de potencia”, y describe cómo el ancho de una estructura aumenta desde la punta hasta la base.
En el caso de los dinosaurios, por ejemplo, el Tyrannosaurus rex tenía un …