Uno de los mayores beneficios de vivir con mis roomies es que además de ser mis amigos de la infancia, son también amantes de los videojuegos. Eso ha dado pie a que la mayoría de las noches la televisión de la sala sea el punto de reunión por default (y mejor aún si se acompaña con cervezas), a que sean mis guías cuando me atoro en algún videojuego y que casi nunca haya horas aburridas cuando se trata de estar en casa.