El caso de una niña británica de solo 9 años que ha tenido que recibir tratamiento médico por pasarse diez horas jugando al videojuego de moda, «Fortnite», es una pincelada más acerca de la falta de supervisión adulta y el descontrol familiar sobre este tipo de entretenimiento digital. Como sucede con el cine, esta industria cuenta con un sistema de certificación por edades que, por unas cosas u otras, se suele saltar a la torera. Es la nueva adicción digital de los jóvenes.
Su formato de juego es, relativamente, novedoso. No ha sido el primer título en apostar por un estilo de diversión conocido como «battle royale» por el cual los usuarios se enfrentan entre sí en un entorno online. Gana el último que siga en pie. Los jugadores parten todos en igualdad de condiciones, con lo que supone un aliciente para dedicarle el mayor tiempo posible. Y si no que se lo digan a Sergio, un joven de 18 años que prefiere mantener el anonimato, pero que reconoce que incluso se queda sin salir los fines de semana para jugar. «Somos una pandilla de veinte amigos y casi todos los días juegan cuatro o cinco de ellos después de comer o por la tarde. Jugamos bastante, los viernes o sábados. Nos ponemos sobre las 22 horas y estamos hasta las 2 de manera continua. Reconozco que estoy enganchado. E, igual que yo, la mitad de mis amigos», relata.
Pero su distribución, basado en un modelo «free to play», es …