Llega el verano, y muchos europeos (a uno y otro lado de los Pirineos) buscan refrescarse en piscinas. Sin embargo, estas instalaciones pueden traer bajo el brazo complicaciones con el fisco... por obra y gracia de las nuevas tecnologías.
El caso de Daniel y su piscina desmontable
Daniel, vecino de una región al norte de París, decidió aliviar el calor veraniego invirtiendo en una piscina desmontable. Su piscina, aunque no permanente, tampoco era pequeña: 10 metros de largo, 5 de ancho y 1,30 metros de profundidad, con capacidad para 54.368 litros de agua. Esta estructura la montó sobre una base de hormigón en su jardín, destinada a almacenar leña durante el invierno.
Consciente de que en Francia, al igual que en España, las nuevas construcciones deben registrarse para el Impuesto de Bienes Inmuebles (IBI), Daniel eligió una piscina que, en teoría, no superaba los límites para considerarse un bien inmueble. Pese a sus precauciones, Daniel recibió una notificación del catastro francés, informándole que una detección automática había identificado su piscina no declarada.
Esta debía regularizarse, lo cual aumentaría su IBI. Aunque todo parecía indicar que su piscina cumplía con la normativa, su caso quedó en un limbo legal, dejando en manos de un organismo arbitral la decisión final. Pero casos como éste no son exclusivos de Francia.
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