Que nadie se lleve las manos a la cabeza pero no existe la seguridad informática. No al menos al 100%. Se pueden levantar muros y aplicar contramedidas, pero todo dispositivo electrónico que se conecte a internet es susceptible de ser «hackeado». No debería sorprender después de los precedentes que llevamos acumulados. El usuario también tiene mucho que decir: tener unos buenos hábitos y ser conscientes de los riesgos evitarían innumerables problemas.
El escándalo de Facebook y Cambridge Analytica abrió los ojos a los ciudadanos acerca de lo «vendidos» que están sus datos personales, como suele decirse, el petróleo del siglo XXI. Pero es más que eso. Es la vida entera, la privacidad, la intimidad de los usuarios. El negocio detrás de ellos es demasiado suculento como para dejarlo pasar. Y muchas empresas, entre ellas el gigante estadounidense Google, ha basado toda su estrategia empresarial en sacar partido de la información que, recordemos nuevamente, cedemos voluntariamente los usuarios.
Desde el momento en el que el usuario decide abrirse una cuenta de Google accede a un universo privilegiado en donde tiene a su alcance decenas de servicios digitales y una oferta de contenidos casi ilimitada. Como contrapartida, la privacidad. Algo que no existe. Todo queda almacenado, rastreado, guardado. Incluso, como se ha descubierto recientemente, el gigante de internet conserva a buen recaudo un historial de todas las compras realizadas por la persona aunque no se hayan tramitado a través de sus herramientas. Y eso es solo la punta del iceberg …