Sabemos que Saturno tiene anillos desde que en en 1659 Christiaan Huygens los identificara como tales –Galileo los había observado en 1610 pero la baja potencia de su telescopio no le había permitido dilucidar lo que eran–.
William Herschel observó los anillos de Urano en 1789, aunque hay quien pone en duda que realmente pudiera haberlos visto por lo débiles que son. Pero en cualquier caso su existencia fue confirmada sin lugar a dudas el 10 de marzo de 1977 por los astrónomos James L. Elliot, Edward W. Dunham, y Douglas J. Mink gracias al Observatorio Aerotransportado Kuiper.
Más o menos por esas fechas, mientras la Voyager 1 se aproximaba a Júpiter, Tobias Owen, uno de los científicos que trabajaban el el equipo de la cámara de a bordo, conocida oficialmente como Imaging Science Subsystem, intentaba convencer a sus jefes de que le dejaran tiempo de observación para intentar comprobar si Júpiter también tenía anillos. Owen tenía la intuición de que Júpiter podía tenerlos, aunque los modelos que manejaban los astrónomos en aquel momento decían que no.
Estos anillos tenían que ser extremadamente tenues para no haber sido vistos desde la Tierra, así que la estrategia que diseñaron Owen y Ed Danielson, un colega del mismo equipo, fue la de intentar obtener una imagen de éstos vistos de canto, de tal forma que quedara dentro del encuadre la mayor cantidad posible de partículas. También decidieron sobreexponer la imagen para asegurarse de que aunque el material de los hipotéticos anillos fuera …