Quienes usaron computadoras durante la década de los noventa recordarán que muchas de ellas incluían varios botones físicos en la carcasa. Uno de los más llamativos era el botón "Turbo", ubicado casi siempre en la parte frontal del gabinete. Paradójicamente, su función no era acelerar el equipo, sino hacerlo más lento.
Esto se lograba al activar el botón, lo que alteraba la velocidad efectiva del sistema, lo que hacía posible el modificar la frecuencia del reloj del procesador o incluso desactivar la caché del CPU, con lo que la memoria central operaba con mayor lentitud.
El propósito de este botón no era solo alterar la velocidad del procesador por capricho. Su origen se encuentra en las limitaciones tecnológicas de la época. Durante las décadas de 1980 y 1990, en especial con la aparición del Intel 8086 a 4.77 MHz, muchos programas —y en particular los videojuegos— se desarrollaban para correr en equipos con una frecuencia de reloj específica. Esto los hacía sensibles a cualquier variación de velocidad.
Con el avance tecnológico llegaron procesadores más rápidos, capaces de ejecutar software con mayor agilidad. Sin embargo, esto provocaba que muchos programas se ejecutaran "demasiado rápido", ya que no estaban preparados para funcionar en hardware más veloz. Para solucionar el problema, los fabricantes comenzaron a incluir un botón físico que redujera la velocidad de operación y mejorara la compatibilidad.
Evidentemente, un botón con esas características no podía llamarse "Slow", …