El lanzamiento de ChatGPT el mes pasado ha supuesto una revolución en el ámbito educativo. La herramienta conversacional de OpenAI es un arma de doble filo: por un lado, su capacidad para ayudar al aprendizaje y comprensión desgranándonos conceptos resulta de lo más eficaz. Por otro, hacerse chuletas para los exámenes o directamente generar trabajos del tema, extensión y tono que tú elijas está al alcance de cualquiera. ¿Cómo puede lidiar el profesorado y las instituciones académicas con las trampas de la IA?
'Escríbeme un resumen de 100 palabras de La Celestina'. 'Quiero un soneto al estilo de Francisco de Quevedo'. Entras en ChatGPT, tecleas la orden, esperas unos segundos y listo. ¿Que quieres burlar posibles detectores? Entonces dispones de herramientas como Quillbot o parafrasear.org, que parafrasea los textos de ChatGPT por si las moscas.
Quizás ChatGPT no vaya a ganar un Pulitzer (todavía), pero sí que da el pego para entregar trabajos y aprobar sin problemas. ¿El problema? Obviamente, que no lo has hecho tú. Que la herramienta te sirva para aprender materias nuevas o resolver dudas de forma autónoma es un gran avance, pero cuando se usa para la evaluación de tus conocimientos, es un engaño. Lo sabes tú y lo sabe el profesorado.
Pero es que puedes hacer trampas con ChatGPT y suspender un trabajo. Hay que tener en cuenta dos cuestiones: aunque su argumentación es de alto nivel, las respuestas pueden ser incorrectas, por lo que detectarlo puede …