Actualmente hay más 2.000 pendrives pegados, sellados con cemento, yeso o pasta de secado rápido a paredes de medio mundo. Desde Australia a Alemania, de Rusia a India, pasando Por Estados Unidos e incluso en la Antártida —dos de ellos—. ¿La razón? Distintas.
Son lo que se denomina buzón muerto ('dead drop'), una versión modernizada de los verdaderos buzones ciegos donde antiguamente se dejaba la correspondencia que alguien, horas después, recogía. Un servicio en auge durante la Guerra Fría que ahora cobra otra función: ser una red de datos "anónima, sin conexión, de intercambio de archivos entre pares en el espacio público". El problema es que no son un medio seguro.
¿Qué hace un pincho USB pegado al cemento de una pared?
La idea de los USB "Dead Drops" fueron parte de un proyecto mucho más ambicioso planificado en 2010 por el artista alemán Aram Bartholl. En realidad todo era parte de una instalación de arte público en Nueva York. La premisa era innovadora: integrar memorias USB en muros y otras estructuras urbanas, permitiendo a los usuarios conectar sus dispositivos y compartir o descargar datos de manera anónima. Este proyecto se concibió como una red de intercambio de datos offline, ofreciendo una alternativa descentralizada a la nube y promoviendo la libertad de información en el espacio público.
Desde su creación, el proyecto ha crecido exponencialmente, con miles de USB Dead Drops instalados en ciudades de todo el mundo, desde Nueva York hasta …