El pasado 24 de junio, Microsoft anunció lo que ya era un secreto a gritos: el lanzamiento de Windows 11. También fue el día en que lanzó su aplicación PC Health Check, para que los usuarios pudieran comprobar si sus PC eran o no compatibles con el nuevo sistema operativo.
Yo fui entonces el encargado de escribir al respecto sobre la aplicación de marras, y me encontré con un inesperado y chocante aviso de que no podría instalar Windows 11 en mi equipo. Todos sabemos lo que vino tras eso: PC Health Check fallaba más que una escopeta de feria, Microsoft aclaró sus cuestionables requisitos de hardware, y más tarde dijo que quien no cumpliera con los mismos podría instalar Windows 11... bajo su propio riesgo, etc.
De cualquier modo, yo me encontré de pronto con un equipo de sobremesa que, pese a contar con sólo tres años de uso y de estar equipado con una CPU i5-7400, me condenaba a no poder usar el nuevo Windows, al menos como entorno estable de trabajo.Pero el pasado día 4 de octubre, Microsoft lanzó al fin la versión definitiva de Windows 11, y yo me dije "¿Qué demonios? Probemos a ver".
En Genbeta
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