Las pruebas nucleares de la Guerra Fría dejaron una marca indeleble en el desierto del Sahara, según revela un estudio muy interesante que nos recuerda cómo la radiación puede permanecer durante décadas y décadas en los lugares más insospechados, modificando silenciosamente nuestro entorno. Una de las épocas más tensas de la Humanidad no podía ser inocua.El equipo de la Universidad Paris-Saclay ha analizado muestras de polvo sahariano en seis países diferentes, tal como nos cuentan desde Science Advances, para descubrir que la radiactividad detectada no proviene de las pruebas francesas en Argelia, sino de algo mucho más grande: la carrera armamentística entre las superpotencias.Un legado radiactivo que viaja con el vientoMapa del polvo del Sáhara radioactivo que se ha distribuido por toda EuropaY es que, mientras algunos organismos han desarrollado una inmunidad a la radiación tras décadas de exposición en Chernóbil, el desierto del Sahara ha estado actuando como un testigo silencioso de uno de los períodos más tensos de la historia moderna.La buena noticia es que los niveles detectados están muy por debajo de los umbrales de seguridad, apenas dos centésimas de lo considerado peligroso. Aunque, insisto, esto no deja de ser un recordatorio de cómo nuestras acciones pueden tener consecuencias durante generaciones, algo que cobra especial relevancia cuando descubrimos radiación potencialmente dañina cerca de la Tierra.El proyecto de ciencia ciudadana logró recolectar 110 muestras que, analizadas con detalle, revelaron restos radiactivos que coinciden con los de las pruebas nucleares estadounidenses y soviéticas, que realizaron cientos de detonaciones en …