Cuando navegamos por las historias de ciencia-ficción, imaginamos un futuro donde las máquinas están por todas partes. No hablo sólo de ubicaciones físicas, también de esas conexiones mentales que se dan cuando la naturalidad gana a los casos de uso y es la tecnología la que nos lo facilita. Dicho de otra forma, la computación ubicua del que tanto tiempo se ha hablado, ahora está más próxima que nunca.
Hablamos de llevar listas de la compra en un reloj inteligente. De pagar sin dinero ni tarjetas físicas a golpe de móvil, de tomar apuntes sin papel ni lápiz. Estos últimos años nos estamos saltando todas las normas que hemos conocido desde la infancia y estamos aprendiendo a hacer ciertas tareas mejor - al disponer, por fin, de herramientas que antes veíamos en películas.
Una tecnología deber ser útil y accesible para que sea incorporada a nuestras vidas de forma natural. El iPad lo consigue con comodidad y sencillez.
Esta normalización de la tecnología no se puede conseguir de un día para otro: innovar también consiste en hacer cotidiano lo aparentemente alejado de nuestra vida, como llevar una pantalla en el bolsillo o escribir sobre ella. Hacerlo no es sencillo: no se trata sólo de lanzar un producto a un precio escandalosamente barato como para que pueda tener el hardware necesario para ser útil. Causará frustración en el consumidor al no serle útil y no volverá a él jamás. Tampoco un producto …