Las tabletas han gustado a los consumidores. Es cierto. Pero tras la euforia inicial, este tipo de aparatos han demostrado sus limitaciones técnicas. Se utilizan, según diversos estudios consultados, normalmente para navegar un poco por internet, ver vídeos, consultar el correo y poco más. Cumplen su función pero a día de hoy no han cumplido el objetivo aquel que desde la industria se le prometía a los consumidores: «el sustituto de los portátiles». No ha sido así.
Las tabletas sufren además por todos los lados. La tasa de renovación y actualización es muy inferior comparada con los teléfonos móviles inteligentes. Una tableta de hace tres años puede funcionar perfectamente en la actualidad. Para el uso que se le da, cumplen perfectamente. Y eso se ha traducido en una caída, por segundo año consecutivo, de sus ventas. El pasado año se vendieron 178 millones de unidades, según la consultora IDC, lo que representa una caída del 16% respecto al año anterior.
Visto este escenario, los fabricantes han empezado a pensar en introducir en las tabletas más funciones para intentar atraer al público al tiempo que centran sus esfuerzos en lograr nuevos formatos para sus ordenadores portátiles; convertibles, híbridos y «gaming» son algunos de sus objetivos. Y Apple no podía ser menos. Una marca cuyo mantra no ha sido tanto llegar antes que los demás sino hacerlo mejor ha visto cómo el iPad, la tableta que en 2010 inauguró este mercado del que hablamos, ha venido perdiendo fuelle trimestre tras trimestre hasta …