El iPhone X es quizá el paso más certero que Apple ha dado en el camino hacia un mundo de tecnología útil y siempre presente, pero acaso invisible, transparente: una especie de minimalismo exacerbado que entregue computación de alto rendimiento, con todas las complicaciones que esto trae.
Un movimiento certero, pero apenas un primer movimiento. La promesa absoluta de invisibilidad con funcionalidad sigue siendo un unicornio y puede que se mantenga así por siempre. Pero la dirección tomada por Apple es un buen indicador del camino que seguirá la industria en computación móvil, una senda que, por cierto, ya tomaron varios fabricantes.
Contra todo pronóstico, en este equipo, menos resulta siendo más. Es de las pocas veces en que la ausencia deliberada de un componente suma a la experiencia general del dispositivo. No es algo que suceda con frecuencia con Apple. Basta invocar los fantasmas de todos los puertos del MacBook Pro o el puerto de audio de sus modelos recientes de iPhone. Pero hay que decirlo: adiós al botón principal (home).¿Significa que hay que desearle larga vida al reconocimiento facial? Quizá. En poco más de un mes de pruebas continuas con el iPhone X, esta tecnología funciona en casi todos los escenarios, en casi todas las ocasiones. Claro, es fácil argumentar que no se pagan US$1.000 por el casi. Y buena parte de esto es cierto.
Pero los niveles de error son similares a los de la lectura errada del lector de huella cuando el dedo está sucio o mojado, por …