Iván Ayala es miembro del equipo económico de Podemos.
Es un signo inconfundible de nuestro tiempo el retorno de las grandes palabras a la primera línea de la política, acompañado –paradójicamente– de un profundo vaciamiento en cuanto a su contenido. Un buen ejemplo es el maltrato que ha sufrido la palabra ‘austeridad’ durante la crisis: ¿cuándo pasó a significar recortes a la mayoría social en educación, sanidad y pensiones en vez de una redistribución de la riqueza más justa y eficaz?
Algo parecido le ha sucedido, mutatis mutandis, a la figura del "emprendedor". Los políticos tradicionales que han gobernado este país durante décadas siempre se han deshecho en alabanzas y llamamientos solemnes a ‘emprender’. Resulta cuanto menos irónico que el lugar de enunciación de estos políticos profesionales sea el del privilegio de quien ostenta un cargo público que no sufre la crisis ni se aplica los recortes, ajeno completamente al sentimiento de inseguridad y enorme responsabilidad que siente un emprendedor real.
Lo más preocupante de todo es que tantas bonitas palabras se hayan quedado huecas en cuanto a legislación y políticas públicas. Quizás esto se debe a que en España muy pocos individuos se han enriquecido emprendiendo, sino manteniéndose cerca del poder. Es lo que llamamos capitalismo de amiguetes: comisiones al político de turno a cambio de adjudicaciones de obra pública. Frente a la corrupción como forma de gobierno, es fundamental apostar por el emprendimiento como clave para un cambio de modelo productivo más amplio.
"Frente a la corrupción como forma de gobierno, es …