La tecnología imita la naturaleza y, a su vez, se inspira en tecnologías pasadas, mejorándolas hasta convertirse en nuevos inventos que mejoran, o deberían mejorar, nuestro día a día. Antes de los radares y de los sistemas de radionavegación, el ser humano ideó un sistema rudimentario a simple vista: los espejos acústicos o espejos sonoros. Con forma de antena parabólica y construido en piedra, los espejos acústicos recibían y ampliaban el sonido que, registrado por un micrófono, permitía a un operario discernir si se acercaba un barco o un avión. Y a pesar de ser una tecnología obsoleta, todavía quedan restos que podemos visitar.
En las películas estamos acostumbrados a ver una pantalla oscura con luces verdes donde una especie de manija da vueltas sin parar mientras de fondo oímos unos pitidos que se suceden uno tras otro. De pronto, aparece un punto en pantalla. Ahí está el enemigo. La ficción nos ha enseñado en innumerables ocasiones el funcionamiento del radar, una tecnología que surgirá y madurará con el tiempo en contra ante la inminente llegada de la Segunda Guerra Mundial y que permitirá por primera vez detectar al enemigo antes de que caigan las primeras bombas.
Pero como ocurre en la mayoría de ocasiones, el radar (años 30 del siglo XX) debe su nacimiento al descubrimiento de las ondas electromagnéticas (finales del siglo XIX) y que a su vez dieron pie a otras tecnologías como la comunicación por radio (principios del siglo XX) o la telefonía inalámbrica (segunda mitad del siglo …