Apple hace sus Mac cada vez más delgados y ligeros, incluso los sobremesa con la lógica excepción del iMac Pro. Y con cada esfuerzo invertido en aligerar y adelgazar los Mac, también hay el complicado proceso de optimizar el rendimiento de los procesadores que Intel aporta.
Eso hace que ese rendimiento final, aunque sus especificaciones sean menores a las de la competencia, destaque. Y Apple consigue un producto que aunque no tenga los procesadores más recientes, atraiga la atención de los más exigentes. Pero algo está cambiando en ese modo de hacer las cosas.
Hace unas semanas estuve en Berlín cubriendo las novedades del evento IFA, en el que varios fabricantes presentaron sus novedades en el mercado de ordenadores portátiles y convertibles. La principal noticia eran las máquinas que estrenaban la octava generación de procesadores Core, los llamados Coffee Lake; pero lo interesante desde mi punto de vista eran las dimensiones de esos ordenadores.
Prácticamente ningún competidor se ha quedado atrás: pude comprobar como todos ellos lanzaban ordenadores con prácticamente la misma delgadez que los MacBook, y con los procesadores antes mencionados que aumentan el número de núcleos justo en las gamas que Apple puede usar en sus máquinas.
En algún momento de principios del año que viene deberíamos ver Macs con procesadores Intel Core de octava generación
Ante esas novedades, la única ventaja que vi sobre los Mac es esa optimización de hardware y software y los materiales (otros fabricantes siguen dependiendo principalmente de plásticos y no de aluminio …