El no muy conocido director de cine australiano Justin Kurzel se atreve con una nueva adaptación de la mítica tragedia de William Shakespeare después de que grandes como Welles, Polanski o Kurosawa realizasen la suya. Y ha salido más o menos airoso.No muchas personas fuera del ámbito anglosajón son conscientes de que el bardo británico por excelencia se basó en un episodio histórico para escribir su drama teatral: el rey escocés Macbeth existió realmente, y de veras estuvo envuelto en intrigas para acceder al trono y conservarlo. Shakespeare se apoderó de su relato y lo convirtió en la popular obra sobre los límites de la ambición y el remordimiento con ingredientes sobrenaturales. Y esta es la segunda película que Kurzel rueda basándose en libros sobre hechos verídicos: Snowtown (2011), su primer y digno largo de los dos únicos que ha rodado hasta el momento, cuenta los asesinatos en serie reales cometidos por varias personas de la localidad australiana con el mismo nombre; es decir, su adaptación de Macbeth incide en un presumible interés por los mecanismos psicológicos del crimen.
Así, Kurzel sigue la estela de la larga lista de cineastas que han decidido acercarse a esta historia, entre ellos, tres de los más reputados del oficio: Orson Welles en 1948, Akira Kurosawa en 1957 y Roman Polanski en 1971. Welles llevó a cabo la adaptación más tenebrosa y expresionista; Kurosawa, su exagerada, declamatoria, negativamente teatral y un tanto inverosímil versión, lo habitual en él; y Polanski, una completa, colorista, demasiado …