Dos letras que dan para mucho, IA. Nos referimos, claro está, a la Inteligencia Artificial. Una tecnología que empieza a estar presente en todos los rincones de la sociedad aunque tiene un problema: es invisible. No la vemos, pero la sentimos. Sabemos que está ahí manejando parte de los hilos de las industrias y de los servicios digitales que utilizamos diariamente pero apenas sabemos qué es. Bajo esa corteza etérea se esconde una infinidad de disruptoras metodologías y avances que están llamados, en principio, a cambiar para siempre la vida de las personas, aunque por el camino aparezcan los miedos al impacto económico.
De los avances en inteligencia artificial se habla mucho. Y muchas personas lo hacen de oídas, sin más conocimiento que la que viene de la mera observación. Para una gran parte de los ciudadanos, el 60%, la Inteligencia Artificial es un robot. Así se desprende del estudio Digital Frontiers 2019, elaborado por la compañía tecnológica VMware, que pone de relieve que la mitad de los encuestados (una muestra de 1.500 personas) dejaría que la Inteligencia Artificial controlase su dinero si «supusiese un ahorro más rápido».
Por regla general, cuando se habla de la robotización de los procesos industriales, la industria 4.0 o directamente de la Inteligencia Artificial, muchos se llevan las manos a la cabeza. Hay un miedo atroz a perder el empleo, a ser inservible al sistema. Pero tal vez no es tan grave la situación dado que en las últimas décadas se han producido avances …