Algunos pensamos que, el día que no se confunda con tanta normalidad fama y prestigio o verdadero valor, habremos avanzado un poco hacia la justicia en el interés por los galardones cinematográficos. Los Oscar, como todas las estatuillas de cine nacionales, acaban en manos de los cineastas en lo que no es más que una ceremonia de autorreconocimiento, la de una industria que se premia a sí misma; al contrario de lo que ocurre en los festivales internacionales, donde tanto los que participan en concurso como los que integran el jurado que decide quién se lleva el gato al agua provienen de distintos países, con lo que no priman las influencias, los intereses económicos ni la inercia selectiva. Al menos, no como algo definitorio.
2 de cada 3 veces, el Oscar a la Mejor Película ha coincidido con el resultado de los Globos de Oro

Además, pese a que hay que considerar que en Hollywood hay talento de sobra y medios para sacar adelante cualquier película, y que esta gente tendrá algo que decir, su Academia de unos 6.000 miembros la componen trabajadores de la industria de todo tipo, con más de 1.300 actores, y eso no garantiza un criterio fiable para que los ganadores del calvo dorado sean siempre los que más se lo merezcan; y en varias ocasiones, hasta demostraron escaso sentido. Y pese a todo esto, los Oscar, cuya 89ª ceremonia de entrega podremos ver en Movistar+ el próximo 26 de febrero, siguen siendo los premios de …