Tan inexplicablemente cautivador es hablar sobre temas del espacio, como difícil aterrizarlos si uno no es un experto en astrofísica. Aún así, todos sabemos la importancia de los hoyos negros, su naturaleza misteriosa, y la dificultad con que los científicos se acercan a su entendimiento.
En nuestra propia galaxia, la Vía Láctea, existe un masivo hoyo negro. Ubicado en el corazón de nuestro vecindario galáctico, se ha asumido que tiene 3 millones más masa que nuestro propio sol, aunque no representa un problema de momento puesto que se encuentra a 26,000 años luz de nosotros.
Pese a su relativa cercanía, la comunidad internacional estaba teniendo problemas para dimensionar su tamaño. Ya se sabía que se trataba de un astro incomensurablemente inmenso, pero eso era todo. Y entonces, en forma de tesis doctoral, la mexicana Gisela Ortíz llegó a dar luz en forma de ciencia.
¿Cómo se observa algo que no emite luz?
Básicamente, con ayuda de radiación. Un equipo de científicos al que perteneció la mexicana, hizo uso de varios telescopios que fueron enlazados simultáneamente obtener imágenes a muy alto detalle del espacio. La técnica, llamada Very Long Baseline Interferometry, fue utilizada para estudiar la luz a una longitud de onda de tres milímetros.
El objetivo era encontrar pequeños estallidos de radiación de un espacio físico en particular. La hipótesis es que dichos estallidos de radiación ocurren cuando matería cae dentro del agujero negro.
La técnica experimental funcionó. El mecanismo en efecto capturó emisiones de radiación de …