A finales del siglo XIX la electricidad llegó a la población general gracias a los desarrollos de Nikola Tesla y Thomas A. Edison, algo que se conoce como la famosa Guerra de las corrientes. Junto con grandes inversores como George Westinghouse y J.P. Morgan desarrollaron las plantas de generación de electricidad y su distribución a través de redes hasta los hogares.
En algún libro que ahora no recuerdo leí hace años sobre lo salvaje que era aquella época del uso de algo «nuevo y desconocido» en los hogares. Con voltajes de 110V en Estados Unidos (que era al que funcionaban las bombillas de filamentos) y de 220V en Europa, en los hogares se manejaban unos 10-15 amperios de intensidad. Suficientes para dar un buen zurriagazo a quien no manejara la instalación con cuidado.
Una era de «terror eléctrico»
Uno de los problemas era la falta de estandarización. Para empezar, los enchufes tal y como los conocemos no se habían inventado, de modo que lo normal era conectar los cables directamente a la instalación, con el riesgo que eso suponía. En algún sitio he leído que podía haber un «problemas de polaridad», pero esto sería solo en instalaciones de corriente continua (DC) cuando lo habitual era la corriente alterna de Tesla (AC) mucho más eficiente. En cualquier caso dicen que en esas instalaciones quien no se fijara bien básicamente tenía una probabilidad de «chispazo» del 50%. ¡Ouch!
Otro problema se debía a que la electricidad se usó entre 1880 y 1900 …