El tiempo de identificar problemas se ha acabado.
Es como si en el mundo hubiese abierto una Caja de Pandora en cuestión de una semana y todos los males salidos de este artefacto se hubiesen enfocado en Uber casi con exclusividad. Lo más seguro es que, con el tiempo, todo esto se solucione, pero también es seguro que están deseando más que nadie un cambio de tercio.
A la lista de problemas de la californiana se le ha unido la demanda por plagio que Alphabet ha emitido en contra de una de las subsidiarias de Uber. Concretamente contra Otto, la compañía de camiones autónomos de Kalanick que se asemeja a la de Google, Waymo.
Un nuevo frente que afrontar de extrema importancia, que se suma al que ya se abrió el sábado pasado. Pero que si lo ponemos en comparativa con el historial, la verdad es que pierde fuelle.
Recordemos que Susan Fowler publicaba su experiencia como ingeniera en la sede de Uber: un texto en el que contaba cómo su condición de mujer había influido de una manera negativa para determinar el trato de sus jefes hacia ella. Drama mundial, e inicio de una investigación designada por parte un equipo determinado por Travis Kalanick. Hasta aquí, todo correcto.
¿Investigación de qué?
Mientras los efectos de las crisis le salen caros a Uber, no tanto a su caja como a su reputación, las propias empleadas de la compañía se cuestionan la decisión de su CEO; agradecen su rapidez a la hora de tomar decisiones, pero no …